Hay silencios que matan. Sobre todo el silencio cómplice producto de la vergüenza o la ignorancia.
En los pasados meses en Puerto Rico se ha dado un incremento en la violencia contra personas homosexuales. Por lo menos dos muertes se creen que están ligadas al odio contra personas gays.
No es pura casualidad que esta violencia se da al mismo tiempo que la iglesia evangélica ha hecho claro su claro rechazo a este estilo de vida y han proclamado y cabildeado su oposición a cualquier medida que reconozca los derechos civiles y humanos de este sector de nuestra sociedad. Es importante que se reflexione y evalúe con honestidad y seriedad el papel que ha jugado la militancia política de la iglesia en contra de los derechos de los homosexuales sobre esta conducta de violencia.
Es imprescindible y urgente que la iglesia evangélica rechace, públicamente, categóricamente y sin ambiguedad todo tipo de violencia tanto física como emocional y el rechazo que estos reciben por parte de nuestras comunidades. Más que defender una posición particular del matrimonio y la familia es deber de la iglesia salir en defensa y protección de la vida humana.
Espero que el silencio de la iglesia evangélica no sea por temor o complicidad sino por la reflexión profunda ante esta situación. Pero el tiempo de reflexión terminó. No hay tiempo para reflexionar cuando la vida humana esta en riesgo. La iglesia evangélica debe proclamar un no rotundo ante este hechos de violencia injustificada e inhumana.
En los pasados meses en Puerto Rico se ha dado un incremento en la violencia contra personas homosexuales. Por lo menos dos muertes se creen que están ligadas al odio contra personas gays.
No es pura casualidad que esta violencia se da al mismo tiempo que la iglesia evangélica ha hecho claro su claro rechazo a este estilo de vida y han proclamado y cabildeado su oposición a cualquier medida que reconozca los derechos civiles y humanos de este sector de nuestra sociedad. Es importante que se reflexione y evalúe con honestidad y seriedad el papel que ha jugado la militancia política de la iglesia en contra de los derechos de los homosexuales sobre esta conducta de violencia.
Es imprescindible y urgente que la iglesia evangélica rechace, públicamente, categóricamente y sin ambiguedad todo tipo de violencia tanto física como emocional y el rechazo que estos reciben por parte de nuestras comunidades. Más que defender una posición particular del matrimonio y la familia es deber de la iglesia salir en defensa y protección de la vida humana.
Espero que el silencio de la iglesia evangélica no sea por temor o complicidad sino por la reflexión profunda ante esta situación. Pero el tiempo de reflexión terminó. No hay tiempo para reflexionar cuando la vida humana esta en riesgo. La iglesia evangélica debe proclamar un no rotundo ante este hechos de violencia injustificada e inhumana.